Article publicat a Yahoo, per USA Today, per John Fauber y Daphne Chen, Milwaukee Journal Sentinel

En 1957, Calvin Kunin era un joven médico que se encontraba en la primera línea de batalla de la devastadora pandemia de gripe que asoló la nación.

Hoy, Kunin es un experto en enfermedades infecciosas de 91 años que advierte que los médicos que luchan contra la COVID-19 están cometiendo el mismo error que ellos cometieron en la década de 1950: recetar demasiados antibióticos, lo que puede conducir a bacterias resistentes a los medicamentos y exponer a los pacientes a efectos secundarios peligrosos.

En la lucha contra la COVID-19, el antibiótico de elección ha sido la azitromicina, que se usa para tratar diferentes infecciones, como faringitis estreptocócica, infecciones de oído e incluso enfermedades carnívoras, pero todos esos gérmenes pueden volverse resistentes al medicamento si se receta en exceso.

“La azitromicina es un fármaco extremadamente valioso”, afirmó Kunin, profesor emérito de medicina en la Universidad Estatal de Ohio y ex presidente de la Sociedad Americana de Enfermedades Infecciosas. “Sin embargo, el uso excesivo de la azitromicina conducirá a una resistencia generalizada a este medicamento”.

“Si nos quedamos sin azitromicina, ¿qué nos queda?”, preguntó. “A eso le llamo el camino al infierno médico”.

A pesar de ello, en abril el presidente Donald Trump respaldó el uso de la azitromicina como un medicamento que “puede limpiar los pulmones”, sobre todo cuando se usa con otro de sus medicamentos favoritos, la hidroxicloroquina, un fármaco contra la malaria. Después del anuncio de Trump aumentó el consumo de azitromicina e hidroxicloroquina, más conocido como el “cóctel corona”.

Las recetas de la combinación de medicamentos han aumentado drásticamente, hasta un 539 % en solo una semana, desde mediados de marzo hasta mediados de abril, según IPM.ai, una subsidiaria de Swoop en Cambridge, Massachusetts, que proporciona datos y análisis de atención médica.

Casi al mismo tiempo, el sistema de notificación de eventos adversos de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos experimentó un aumento en los casos relacionados con la azitromicina, según un análisis de la base de datos del Milwaukee Journal Sentinel.

Durante los primeros seis meses de 2020, la FDA registró 415 eventos adversos graves, incluidas 30 muertes, relacionadas con la azitromicina en comparación con los 140 casos graves y 7 muertes durante ese mismo período en 2019.

A inicios de este mes, un análisis de Journal Sentinel descubrió un aumento del 155 % en los informes de eventos adversos graves relacionados con la hidroxicloroquina durante los primeros seis meses de 2020. Los informes de muertes casi se cuadriplicaron.

Los estudios no han demostrado ningún beneficio de la combinación de azitromicina e hidroxicloroquina para el tratamiento de la COVID-19 y han generado preocupaciones sobre la posibilidad de que se produzcan efectos secundarios graves.

Administrarles esa combinación a pacientes con COVID-19 con problemas cardíacos podría ser especialmente peligroso, advirtieron los médicos, porque ambos medicamentos pueden aumentar las probabilidades de desarrollar una arritmia potencialmente mortal.

Es probable que los eventos adversos que fueron informados a la FDA estén muy subestimados. De hecho, desde hace décadas el sistema de informes de la agencia ha sido criticado por no comunicar adecuadamente los eventos adversos. Solo las empresas farmacéuticas están obligadas a informarlos, mientras que a los hospitales y los médicos se les pide que los comuniquen, pero no se les exige que lo hagan.

Una serie de efectos secundarios graves y muertes causadas por un antibiótico popular en la década de 1950 fue lo que condujo finalmente a la creación de un sistema de seguridad de medicamentos especialmente diseñado para recopilar mejor esos eventos adversos.

Es probable que el cloranfenicol fuera responsable de más de 1 000 muertes en las décadas de 1950 y 1960, muchas de ellas fueron niños, dijo Thomas Maeder, autor del libro de 1994 Reacciones adversas sobre el antibiótico.

Maeder dijo que “no confía en absoluto” en que el sistema de la FDA actual sea capaz de recopilar todos los eventos adversos relacionados con medicamentos como la azitromicina y la hidroxicloroquina que se han utilizado para tratar la COVID-19.

El portavoz de la FDA, Jeremy Kahn, dijo que la agencia sigue monitoreando los datos de seguridad de los medicamentos, incluidos los informes de eventos adversos, que incluyen fármacos que se han utilizado para tratar la COVID-19 y que se están sometiendo a una “mayor vigilancia diaria”.

La azitromicina, introducida en el mercado estadounidense en 1992, se vinculó con efectos secundarios que afectan el corazón desde 2012.

Un estudio de ese año publicado en New England Journal of Medicine examinó a 348 000 pacientes de Medicaid que recibieron un tratamiento de cinco días con el medicamento, generalmente para infecciones de oído, nariz y garganta o bronquitis, y los comparó con pacientes que no tomaban antibióticos o consumían otros. Quienes tomaron azitromicina tenían 2,9 veces más probabilidades de morir de un problema cardiovascular que quienes no consumían antibióticos. El riesgo también fue sustancialmente mayor que en aquellos que recibieron otros antibióticos.

El problema fue más pronunciado en quienes ya tenían un riesgo mayor de sufrir problemas cardíacos. En ese caso, se estima que se produjeron 245 muertes cardiovasculares adicionales por cada millón de tratamientos del antibiótico, según el estudio.

Menos de un año después, la FDA emitió una advertencia de que la azitromicina puede causar una actividad eléctrica anormal en el corazón que puede provocar un latido cardíaco potencialmente fatal.

En abril, la FDA dijo que estaba al tanto de ciertos problemas graves del ritmo cardíaco relacionados con la hidroxicloroquina y la cloroquina, otro fármaco contra la malaria, ya sean solos o combinados con la azitromicina.

Durante décadas, Kunin ha advertido sobre la aparición de cepas de bacterias resistentes a los antibióticos y los peligros de administrar antibióticos a los pacientes con gripe. De 1970 a 1979, se desempeñó como profesor en el departamento de medicina de la Universidad de Wisconsin y fue jefe del servicio médico en el Hospital VA en Madison.

Durante la pandemia de 1957-58, que mató a 116 000 estadounidenses, Kunin estaba tratando a pacientes en un hospital público de Boston e investigaba la gripe y las bacterias resistentes a los antibióticos.

Los casos de gripe en el hospital llegaron a raudales y, al igual que con la COVID-19, los pacientes mayores tenían más probabilidades de morir. Las mujeres embarazadas y los niños también se vieron muy afectados. Recordó que un médico en el hospital contrajo la gripe y murió.

Kunin, que en aquel momento tenía 29 años, también contrajo gripe y estuvo en cama durante una semana.

“Estaba muy enfermo”, dijo. “En aquel momento, todos estaban muertos de miedo”.

A principios de abril, Kunin y Scott Podolsky, profesor de salud global y medicina social en la Escuela de Medicina de Harvard, le enviaron una carta a The New York Times advirtiendo sobre las consecuencias de la “administración desenfrenada” de azitromicina en pos del consejo de Trump.

En la carta, que el diario no publicó, dijeron que la azitromicina, ampliamente conocida como Z-Pak, era un fármaco crucial para tratar patógenos mortales como los que causan la neumonía bacteriana y el estreptococo del grupo A, la bacteria que puede causar la llamada enfermedad carnívora.

La carta fue escrita en respuesta a un artículo publicado en el periódico sobre un médico rural en una comunidad de judíos jasídicos de Nueva York que afirmó que trató a cientos de personas con COVID-19 y que el 100 % sobrevivió. El tratamiento, que incluía azitromicina, hidroxicloroquina y zinc, fue aceptado rápidamente y promovido por Trump y sus partidarios.

Hasta que la combinación demuestre que es beneficiosa para el tratamiento de la COVID-19, escribieron Kunin y Podolsky, “la perspectiva de inducir una resistencia innecesaria a los antibióticos es una razón de peso para moderar el entusiasmo injustificado del presidente”.

Las bacterias y los hongos resistentes a los antibióticos causan más de 2,8 millones de infecciones cada año en Estados Unidos y 35 000 muertes, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.

En una entrevista, Podolsky, un médico de Boston que escribió el libro La era de los antibióticos, dijo que al inicio de la pandemia los médicos pueden haber recetado azitromicina debido a que no sabían si un paciente tenía COVID-19 o una infección bacteriana.

“Es obvio que estamos prescribiendo antibióticos en exceso”, afirmó.

Un estudio de este mes realizado en más de 5 000 pacientes hospitalizados con COVID-19 en la ciudad de Nueva York al comienzo de la pandemia encontró que el 71 % recibió antibióticos, incluida la azitromicina, pero menos del 4 % tenía el tipo de infección bacteriana o fúngica contra los que estos medicamentos son efectivos.

La idea de usar azitromicina para tratar la COVID-19 se basó en una investigación francesa preliminar que sugirió que era beneficioso, pero luego se descubrió que el estudio tenía defectos, dijo Ann Misch, profesora asistente de enfermedades infecciosas en la Facultad de Medicina y Salud Pública de la Universidad de Wisconsin.

Por separado, la investigación de laboratorio mostró que la hidroxicloroquina y la azitromicina redujeron la replicación viral de las células infectadas por el virus, pero no el uso de azitromicina sola. Pero dijo que “existe un gran abismo entre un efecto en el cultivo celular y en los humanos”.

Afirmó que no existe evidencia de que la azitromicina sea efectiva contra la COVID-19.

“Lamento saber que la gente está consumiendo azitromicina”, dijo.